Otra más de accidentes urbanos en bici.


Hace algunas semanas, no les he contado, aún con un montón de precauciones me tiraron de la bici.

Era una linda noche al regresar a casa, había llovido, el pavimento estaba mojado, tomaba el último tramo donde acostumbro bajar el ritmo para ir relajando los músculos y porque la vía es de menor velocidad, una avenida con camellón donde uno de los sentidos es poseído por un tianguis que intenta dar sustento a gente de la zona, en el otro sentido y en ambas aceras se estacionan camionetas de carga del tianguis dejando un par de reducidos carriles, uno para cada sentido.

Miré varios metros frente a mí, a un joven ciclista como de 20 años salir de una retorno rodando a una mano pues en la otra llevaba una bolsa con alimentos al parecer; miré cómo salió sin mirar a los lados de la calle, quise justificarlo pensando que al no percibir luces de algún auto aproximarse se consideró seguro de tomar la avenida. Bajé un poco más mi velocidad, nos acercábamos a un punto donde un par de topes distan entre sí por muy pocos metros, él también lo hizo pero muy titubeante, por lo cual le dije: - ¡Tienes una bici en tu izquierda!

Tal vez ésto lo desconcentró más o no sé que chinacos, pero el hecho es que al pasar el primer tope movió bruscamente su manubrio en su raro intento por frenar también, el resultado, patinó y golpeó mi llanta delantera por el lado derecho, yo también patiné y perdiendo el control de la bici cai...

Dado que la vía estaba ocupada de un lado, reducido par de carriles conteían ambos sentidos, así que al ser empujada desde la derecha, caí en la izquierda. ='' ( buaaa! para mi horror la vicera de mi casco eclipsaba parcialmente la luz delantera del auto que gracias al otro tope, había reducido su velocidad.

Quedé pasmada no sé cuántos segundos o un par de minutos, el clásico: -Todo fue tan rápido! No tenía claro si el auto me había golpeado la cabeza o no.

Miré cómo el otro ciclista recobró el control de la bici, luego miró hacia atrás y a mi en el pavimento, con la cabezota a la misma altura que la defensa del auto por haber metido la mano y la rodilla izquierdas; miré cómo se alejaba acto seguido, así nada más, sin luces, sin reflejantes, sin casco, habiendo entrado de la avenida sin mirar, sin señas de mano y largarse así nada más luego de empujarme hacia el que casi me arrolló.

Ví a la gente cómo me miraba y se acercaba al chisme pero sin hacer nada de nada. De alguna manera pude gesticular palabra, creo que por el coraje: -Que alguien me ayude!! Se acercó una señora ya grande con su bolsa de mandado y haciendo señas a la combi de transporte público tras de mí para que no se moviera, le pregunte: -¿Me golpeo? -No, no alcanzó a golpearte... y respiré al fin; poco a poco busqué conciencia de mi cuerpo y lo percibí entero, así que me incorporé lentamente. Al grado que hasta olvidé mi bici, minutos después vi que la habían acercado a la banqueta. La sorpresa en ese momento es que los conductores que tenía próximos de ninguna manera presionaron para que me quitara del paso (ahora contemplo la posibilidad de que no sólo era cordialidad sino morbo jajaja)

Dos oficiales de policía aparecieron ante mi vista, preguntándome si solicitaban una ambulancia, les pedi que me dieran un momento para poder saber si estaba lesionada, yo estaba entretenida moviendo detenidamente mis articulaciones y sintiendo mi pobechito puerquechito y noté sólo un raspón en la rodilla (fue poco antes de que los reyes vagos me dejaran las rodilleras en casa de Álvaro). Les dije que estaría bien y que no hacía falta, me di varios minutos extras ya que la señora estaba muy conmovida y me daba abrazo tras abrazo con lágrimas en los ojos pidiéndome que me cuidara, -Sí señora, feliz año nuevo. Le decía yo pero me preguntába de diferentes maneras si estaba bien y yo buscando la manera de hacerle saber que había sido más la impresión que el trancazo.


Mi verdadero dolor causado por el accidente fue porque un ciclista lo provocó y no sólo eso sino que me dejó ahí tirada literalmente y siguió rodando, esa herida me quedó. Ahora, con el tiempo, me hago a la idea que tal vez la experiencia colabore para que sea más precavido, y como fue en mi ruta cotidiana, que tarde que temprano me mire pasar y me reconozca, porque lamentablemente aún somos muy pocos los que en mi barrio andamos equipados-'preveni2' (como árboles de navidad con luces, casco y toda la onda) y un día surga en él la intención o el compromiso de iniciar por salvaguardando su propio pellejo... y habrá servido de algo el susto.

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